En Clemson University, Godfrey Hall se ha consolidado como un espacio esencial para el aprendizaje práctico de la flexografía. Allí, los estudiantes descubren lo que significa trabajar con planchas, presses y software profesional, en un entorno impulsado por la industria y por décadas de colaboración con empresas como Esko.
Donde empieza el camino: aprendizaje práctico en Godfrey Hall
Cada campus universitario tiene un edificio que trasciende la arquitectura. En Clemson University, ese lugar es Godfrey Hall, el punto donde generaciones de estudiantes han entrado por primera vez con dudas, curiosidad o incluso miedo… y han salido preparados para formar parte del siguiente capítulo de la industria de la impresión.
Este es el escenario del Episodio 5 de We Are Flexo, que nos lleva al corazón del programa para mostrar las aulas y laboratorios donde nacieron tantas carreras, siempre acompañadas de una plancha, una prensa y un profesor que jamás permitió conformarse con un “suficientemente bueno”.
En este edificio —con sus suelos de madera que crujen y sus historias de fantasmas transmitidas de generación en generación— los estudiantes descubren su primer contacto real con la producción. El cambio es inmediato: abren Adobe por primera vez para aprender teoría de preimpresión, diseñan proyectos sencillos, los envían al laboratorio y observan cómo cobran vida en tinta. El instante en que una impresión sale limpia, precisa y sorprendentemente perfecta suele ser el punto de inflexión: el momento en que queda claro que esto es lo suyo.
Una formación impulsada por la industria y construida sobre la experiencia real
El programa de flexografía de Clemson creció porque la industria confió en él. Su fundadora, Paige Crouch, comenzó con poco más que una habitación en la planta superior, una prensa offset usada y una ambición capaz de llenar el edificio completo. Desde sus inicios, las alianzas con empresas del sector fueron decisivas.
El apoyo continuo de compañías como Esko no solo aportó herramientas, sino que creó un entorno seguro donde los estudiantes podían fallar, iterar y mejorar en cada intento. En flexografía, el error no es un tropiezo: es parte del currículo.
Los alumnos aprenden ejecutando cada proceso: operar la prensa, ajustar planchas, corregir registro y trabajar con fenómenos como el gear banding. Comprenden qué ocurre cuando la teoría se traslada al sustrato. Descubren que imprimir no es solo una secuencia técnica, sino una forma de pensar: observar, diagnosticar, ajustar, mejorar.
Del aula a la industria: prácticas, empleo y un modelo educativo validado por el sector
Antes de terminar la carrera, cada estudiante realiza dos prácticas obligatorias, lo que significa que llegan a las empresas con conocimiento real de producción. Y eso la industria lo sabe: cerca de un tercio logra empleo a través de esas conexiones, muchas veces en compañías que llevan décadas apoyando al programa.
Los profesores lo viven con orgullo. No un orgullo ruidoso, sino el que se percibe en la voz de quien recibe un mensaje de un antiguo alumno diciendo: “Sabía qué hacer. Clemson me enseñó a pensar.”
La flexografía del futuro no estará definida únicamente por la maquinaria o el software, sino por las personas que atraviesan edificios como Godfrey Hall: estudiantes que llegan abrumados el primer día y salen con la seguridad suficiente para liderar.
Un homenaje a la vocación, al oficio y al aprendizaje continuo
La flexografía prospera porque la nueva generación cree en ella. Reconoce su valor, su impacto y las oportunidades que ofrece. Y compañías como Esko están ahí para acompañar ese camino, facilitando que programas como el de Clemson brinden espacio para aprender, equivocarse, experimentar y construir una carrera donde cada día deja algo tangible entre las manos.
El Episodio 5 rinde homenaje a ese recorrido que va:
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del primer paso nervioso en Godfrey Hall,
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a la tinta en los dedos,
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a la primera prueba con la XPS Spark,
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a las prácticas que se convierten en el inicio de una trayectoria profesional.
Porque el futuro de la flexografía ya está aquí: se está formando, experimentando, trabajando, fallando y volviendo a intentarlo en universidades como Clemson y en todas aquellas donde un estudiante entra años después para decir: “Estoy marcando la diferencia.”
Al final, solo queda una reflexión:
La educación debe mejorar el mundo. La flexografía simplemente lo hace con tinta.




