Aunque la impresión digital promete agilidad, personalización y sostenibilidad, su adopción en el sector del packaging sigue siendo sorprendentemente baja. Un análisis en profundidad revela las contradicciones que frenan su expansión.
junio 27, 2025

La paradoja de la impresión digital en packaging: ¿por qué su adopción sigue siendo limitada?

La impresión digital se presenta como una tecnología transformadora para el embalaje: permite personalización, reduce residuos, agiliza los plazos y se adapta a la demanda cambiante del mercado. Sin embargo, su adopción global aún está muy por detrás de su potencial. ¿A qué se debe esta contradicción?

 

El potencial de la impresión digital en packaging

En un mercado que exige agilidad, reducción de inventarios y capacidad de reacción rápida ante cambios en las preferencias del consumidor, la impresión digital se alinea perfectamente con las necesidades actuales. La posibilidad de ofrecer experiencias personalizadas, lanzamientos ágiles y conexiones fluidas entre el mundo físico y digital convierte a esta tecnología en una herramienta estratégica para las marcas.

La impresión digital facilita entregas just-in-time, minimiza el desperdicio, habilita la personalización masiva y fomenta la creatividad. Marcas líderes han utilizado esta tecnología para campañas hiperlocales, ediciones limitadas vinculadas a eventos globales como la Super Bowl o campañas con fuerte carga emocional. Empresas como HP llevan más de una década impulsando este tipo de iniciativas con resultados probados.

Y sin embargo, a día de hoy, la impresión digital representa menos del 10% del volumen de etiquetas impresas y menos del 1% del volumen total de packaging a nivel mundial.

 

Paradoja 1: El dilema del coste por unidad

El argumento más habitual contra la impresión digital es su coste por unidad, más elevado en comparación con los métodos analógicos. Esto perpetúa el modelo tradicional de decisión basado en el punto de equilibrio: si la tirada es corta, se justifica el uso del digital; si no, gana la impresión convencional.

Pero aquí surge el primer gran paradigma: como en un iceberg, el coste por unidad solo muestra la punta visible. El verdadero coste de llevar un producto al mercado incluye mucho más que la impresión.

La impresión digital reduce el capital inmovilizado, minimiza la obsolescencia, acelera la salida al mercado y disminuye significativamente los residuos. Las marcas llegan a desechar hasta un 30% del inventario de envases por errores de previsión, rediseños o caducidad. Solo con reaprovechar ese despilfarro podría financiarse la transición al digital.

 

Paradoja 2: Valor que no se refleja en la hoja de cálculo

La segunda contradicción radica en dónde se perciben los beneficios. Mientras que los convertidores evalúan el coste a nivel de trabajo individual, el verdadero valor de la impresión digital se despliega a lo largo de toda la cadena de suministro: desde el inventario hasta la comercialización, pasando por el almacenamiento, las ventas y la sostenibilidad.

Estos beneficios, sin embargo, no aparecen en las hojas de cálculo de compras. Ahí está el gran desacople. La impresión digital permite agilidad a nivel de SKU, campañas de marketing más atractivas y mayor personalización, impulsando tanto la diferenciación de marca como el crecimiento de los ingresos. Pero si los departamentos de marketing y operaciones no participan en la evaluación de esta tecnología, su impacto estratégico queda invisibilizado o subestimado.

 

El camino hacia el valor real: de coste unitario a transformación de la cadena

Para resolver esta paradoja, las marcas deben abandonar la visión aislada de la impresión digital como un simple coste por unidad. La pregunta correcta no es “¿cuánto cuesta imprimir digitalmente?”, sino “¿cuánto valor genera a lo largo de toda la cadena?”.

Y ahí es donde la integración de flujos de trabajo juega un papel fundamental.

Las ideas creativas existen. Los equipos de marca y las agencias tienen propuestas para campañas hiperpersonalizadas y segmentadas. Pero muchas veces se ven limitadas por procesos manuales, falta de sincronización entre diseño, preimpresión y producción, y flujos de trabajo fragmentados.

La gestión de versiones, el control de aprobaciones y la integridad de marca requieren algo más que una buena prensa: necesitan un ecosistema automatizado y conectado.

 

La integración como pieza clave

Soluciones como Esko WebCenter y Automation Engine, integradas con HP PrintOS, ofrecen un flujo de trabajo de extremo a extremo que conecta diseño y producción en una única plataforma.

Desde una única fuente de verdad para los artes finales, pasando por una preimpresión automatizada, imposición inteligente, planificación de planta y monitorización en tiempo real, esta combinación de tecnologías elimina fricciones y convierte cada paquete personalizado en una realidad rentable.

No se trata de promesas futuras: estas soluciones ya están operativas, automatizando todo el camino del concepto al lineal. Mientras PrintOS recopila datos en tiempo real, Esko optimiza la parte creativa y de preimpresión, asegurando precisión, coherencia y eficiencia.

 

Conclusión: más allá del iceberg, hacia una transformación total

Para que la impresión digital alcance su verdadero potencial en el sector del packaging, es necesario romper con el enfoque actual y dejar de sostener la paradoja.

Hay que subir un nivel: pasar de medir el coste por trabajo a entender el valor en toda la cadena. Eso significa integrar personas, plataformas y procesos en una red automatizada y colaborativa.

Solo entonces la impresión digital dejará de ser una promesa parcial y se convertirá en lo que realmente es: una palanca de transformación para la forma en que las marcas llevan sus productos al mercado.

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